miércoles, diciembre 13, 2006

Toma y daca

Hace unos años conocí algo del trabajo de Bert Hellinger y sus constelaciones familiares. Hice un par de talleres, de los cuales uno, con Joan Garriga, me impresionó muchísimo y empecé a leer libros de Hellinger. En parte el impacto para mí de su obra y su obrar ha sido el hincapié que pone en la Gran Alma, que yo entiendo como otra manera de hablar del Ser, de algún tipo de espíritu transpersonal que fluye también a través de nosotr*s, individual y colectivamente, y que rige nuestros destinos sin que entendamos bien ni como ni porque. Sería el contrapeso de la influencia de la sombra o del inconsciente en nuestras vidas, algo así como el polo luminoso hacia el cual nos sentimos atraíd*s a la vez que la sombra nos tira hacia las emociones destructivas.


Tiene Hellinger una manera de expresarse contundente, a veces desconcertante, por la convicción con la que sienta cátedra en lo inefable, apelando a leyes intangibles a las que sólo la intuición nos permite acceder. Lo mismo que la ‘constelación ideal’ a la que se puede llegar en un trabajo de constelaciones puede ir surtiendo efecto paulatinamente en el alma o el ser de cada un* a lo largo de las semanas y meses después de un taller, también sus sentencias van asentándose en nuestra conciencia con el tiempo, revelando su verdadero peso.

Para mí un ejemplo es lo que dice Hellinger en cuanto al toma y daca en las relaciones interpersonales. A mi entender, describe a la perfección el círculo vicioso del odio y el virtuoso del amor como dinámicas universales que rigen nuestras relaciones (y en las que podemos incidir si aportamos suficiente conciencia a nuestras relaciones) y lo hace de un modo del todo conciso: “De lo positivo, por prudencia se devuelve un poco más, de lo negativo, por prudencia, un poco menos. De esta manera se cumplen tanto las exigencias del amor como de la justicia, y el intercambio positivo puede reanudarse y continuar.” (Felicidad Dual, 2004, p30).

Según entiendo yo, quiere decir que estaría bien intentar cuidar mejor los equilibrios del toma y daca en las relaciones, de familia, de amor, de amistad, interpersonales o intergrupales, de modo que cuando nos hacen daño, ni ofrecemos la otra mejilla sin más ni devolvemos el mismo daño o más (lo cual constituiría el círculo vicioso del odio en aumento) sino devolvemos el golpe pero un poco menos, desactivando la tensión sin caer en la capitulación, y señalando la posibilidad de una vía alternativa. Y de modo parecido, cuando se nos ofrece algo de amor, de amistad, de apoyo o de solidaridad, podemos cuidarnos de devolver no lo mismo o incluso menos (lo cual daría como resultado cada vez menos amor) sino siempre un poco más, para darle un empujón al círculo virtuoso del amor, que tanta falta nos hace.

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