miércoles, noviembre 07, 2007

Sueño con mi padre


Estoy de pie dentro de mi habitación en la casa de mi niñez. Se acerca mi padre al umbral de la puerta y me ofrece dinero en billetes, a la vez que me dice en voz alta “Esto es por las golosinas”. Al escucharlo soy consciente de que no me he comprado golosinas por lo que me sorprende lo que me dice. Yo le miro a los ojos y le digo “Te quiero” pero me sale un hilo de voz y él me mira sin entenderme, por lo que me acerco y se lo digo al oído, aunque todavía con dificultad. Acto seguido estamos dentro de la habitación y él se está cayendo hacia atrás en la cama, y yo con él y oigo una voz diciendo “Me alegraré cuando hayas muerto”.

Durante la última noche del grupo de hombres tuve este breve sueño sorprendente y algo inquietante, sobre todo por el final, que de hecho me despertó. Creo que el dinero que me ofrece mi padre es un signo del afecto y además de la complicidad que existía entre nosotros cuando yo era niño, una complicidad que nos unía ante la tendencia al control neurótico de mi madre. El que me costase expresar el amor hacia mi padre tiene que ver para mí con la manera en que el modelo que aprendí de él era de no mostrar demasiado las emociones: él era un hombre fuerte (había sido boxeador y soldado profesional de joven) mientras que yo era un niño muy sensible, que tenía tendencia a llorar con facilidad – siento que él intentó fortalecerme, aunque fuese a veces algo torpe, burlándose de mi hipersensibilidad. Su caída en la cama lo sentía en el sueño como su muerte y así también sentía mi propia caída con él, como si me muriese yo con él. Lo que me dejó perturbado era la voz desencarnada del final, ya que no sabía si era algo que yo le expresaba a él, él a mi o si era la voz de una tercera persona, dirigida a mí o a él. Aunque siento que hay algo de miedo y rabia hacia su figura en mi inconsciente que puede estar saliendo en esa frase lapidaria, a otro nivel esa voz también surge para recordarme que mi identificación profunda y angustiosa con el niño herido tiene que ‘morir’ para dejar paso a un adulto feliz, en el que se integran todos las voces de mis pequeños egos, para que estalle la paz después de la guerra civil en la “confederación de yoes” (Antonio Tabucchi) que me constituye.

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