miércoles, diciembre 12, 2007

Picos de Europa

Durante el puente fuimos unos días a los Picos de Europa a un apartamento alquilado en Cahecho. Era la primera vez que visitaba yo esta zona e hicimos unas caminatas largas a través de escenarios impresionantes. Mientras caminaba pensaba en la inmensidad de todo aquello y cómo hace falta a veces salir de las dimensiones urbanas, hechas a nuestra medida para permitirnos la ilusión del control en nuestras vidas. Después de empaparme de aquellos panoramas durante varios días, durante la meditación de la última mañana sentía que abarcaba esos espacios dentro de mí en vez de encontrarme rodeado de ellos. Se me vino a la mente el cuento del Oso de la luna creciente (de Clarissa Pinkola) que usamos en el taller de Cáceres. La protagonista tiene que subir una montaña y conseguir un pelo de la garganta del oso de la luna creciente para entregársela a una curandera que le ayudará a sanar a su marido. En el momento de su encuentro con el temible animal “por un instante, la mujer tuvo la impresión de ver cadenas enteras de montañas, valles, ríos y aldeas reflejados en los gélidos ojos del oso. Se sintió invadida por una sensación de paz e inmediatamente cesaron sus temblores.” Aunque no hubiese oso en la subida a la montaña, yo también he sentido como el encuentro con la naturaleza, junto con el ejercicio y la buena compañía, me han calmado, ayudándome a salir de la contracción del día a día para poder participar en algo más grande.



1 comentario:

Carlos Arias dijo...

Picos de Europa. Persistencia de la tierra para transformarse mucho más allá del tiempo que nos corresponde. Nosotros; cada ser del universo, cada átomo, parte de la roca y del agua.

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